Foto: Peter Wasser en Pixabay
15/04/2022
EL SEXO ORAL Y LA ODONTOLOGÍA
HACEME UNA PETEQUIA O HACETE UNA PETEQUIA
La aparición de una petequia palatina, mancha sanguinolenta en el paladar, puede tener diversas causas. La más absurda podría ser consumir con exceso y fruición chupetines (pIRUletas), otras razones podrían ser reacciones alérgicas, distintas enfermedades o efecto secundario de medicamentos. También puede ser originada por trauma físico y de uno de ellos, en particular, se ocupa esta nota. Al frecuentar a cualquier profesional no es habitual que descubra nuestras preferencias sexuales, ni tampoco la periodicidad de nuestra actividad sexual.
No estaría bueno, al menos para algunos, porque no generalizamos, ya que para gustos: colores. Sin embargo, es poco probable que esa información sea inferida por un botánico, una arquitecta, o una economista durante una entrevista con un cliente. Por el contrario, quienes trabajan en las Ciencias de la Salud tienen más posibilidades y conocimientos para llegar a ese tipo de conclusiones. Por esa razón, tal vez sea recomendable refrenar el impulso previo a una consulta al dentista, para que de esta forma no evidencie la práctica de una felación anterior a presentarse en el consultorio.
Partiendo de la base de que el paciente, luego del disfrute, higienizó su boca para asistir al consultorio, la única pista que podría indicar al profesional que hubo sexo oral en esa boca es la presencia de petequias palatinas.
Ante lo dicho, qué agregar sobre los caprichos del lenguaje y, como sucede tantas veces, de sus constantes juegos al designar como petequia palatina a una marca que, en este caso, es originada por una felación, es decir un pete. Y aquí un signo evidente, el lenguaje no tiene límites, todo con pe, petequia, palatina, pete, pene y la mayoría de los epítetos con los que se apela a la prolongación que pende pegada a la pelvis y que no es propicio pronunciar en este párrafo. Punto y aparte.
En medicina, una petequia es conocida como una mancha pequeña en la piel por fusión interna de sangre, una pequeña hemorragia que aparece en la piel en forma de manchas. Si bien la etimología de la palabra es discutida, proviene del vocablo italiano petecchia, que podría venir del latín pesticula, luego corrompido en pestis, de donde deriva peste. Otros argumentan su origen griego: pittákia, plural de pittákion, que significa emplasto. Discusión que nos excede por completo.
Pero volviendo a los dentistas (de cualquier género y especialidad), es una imagen intensa figurarlos sentados en su banqueta junto al sillón odontológico mientras descubren una petequia palatina en la boca del paciente y de la que deducen una mamada reciente.
Es inquietante imaginarlos mientras evidencian las pequeñas lesiones en esa parte blanda que se producen cuando el glande golpea reiteradamente el paladar.
Estos moretones, casi siempre imperceptibles por un paciente, no tendrían que doler, ni molestar e irán cambiando de color con el paso de los días debido al proceso de coagulación de la sangre hasta desaparecer.
Esta reacción del paladar es comprensible, debido a que la succión del glande con la boca genera una presión negativa en la zona (aunque, desde luego, es una presión positiva para el succionado) y entonces se dilatan los vasos capilares palatinos y se producen las marcas.
Fuera de broma (tal vez sea el fragmento más serio), estos indicios representan un alerta para los profesionales, pues pueden ser signo de abuso, sobre todo en pacientes muy jóvenes.
foto que testimonia el caso de la universidad de morelos donde se evidenció una petequia en el paladar de un paciente masculino (Foto: BMJ Case Report).Todo lo dicho no es pura sarasa. Existe desde 2008 el primer estudio centrado en las petequias palatinas derivadas de una felación, que fue publicado por el dentista mexicano Luis Alberto Méndez en BMJ Journal. El trabajo escrito (vale aclarar que no fue oral) lleva el título: Eritema del paladar blando asociado a fellatio: un hallazgo incidental durante una evaluación dental de rutina.
Ese paper fue motivado cuando un hombre de cuarenta y siete años (hubiésemos querido en el alma que tenga sesenta y nueve, para colorear aún más esta nota) visitó la Escuela de Odontología de la Universidad de Morelos (Monterrey, México) para una revisión de rutina. Durante la exploración se detectó un círculo morado en el paladar del paciente, quien no recordaba haberse lastimado esa zona de ningún modo. Los odontólogos (evidentemente, aunque no se diga) lo internaron a preguntas acerca de sus hábitos para averiguar el origen del hematoma. El hombre (posiblemente resignado) les comentó que había practicado sexo oral, repetidas veces, tres días antes.
Indagando sobre esta lesión bucal en la web, en distintos sitios de rigor figuran numerosas razones que generan esta lesión y que atañen desde: diversas enfermedades, infecciones, reacciones alérgicas, efectos secundarios por el uso de medicamentos, hasta el entrenamiento de alta G que hacen aviadores o astronautas, entre otras. Pero también, de forma ineludible, aparece el sexo oral.
Como se dijo, el lenguaje siempre anda metiendo la cola y habrá que tener atención en el uso constante de los apócopes (pasame el celu, voy a la facu, me gustó la peli), ya que se corre el riesgo de apocopar la palabra petequia y reemplazarla por pete. Habrá que ser rigurosos y enfatizar la presencia o la ausencia de la letra «a» en los dichos, porque no será lo mismo, sino exactamente todo lo contrario, decir: me hicieron un pete, que decir, me hicieron una pete.
|
|
|
|
|
|
|